ESTAMOS EN MEDIA DE UNA TORMENTA PERFECTA que lleva el nombre de “pandemia SARS-COVID 19”. Hoy se nos invita a una conducta personal y social que ninguno de los europeos nacidos después de la segunda guerra mundial había conocido y que, con toda seguridad, nunca habría pensado.
Quizás, aquellos que nacieron antes tienen recuerdos de toques de queda, bombardeos, carreras en refugios, sirenas … pero lo que estamos experimentando en estos días es una triste noticia para todos. El estado de alarma, toque de queda o aquélla denominación que la normativa de cada país adopta, nos llega a prácticamente todos los países.
Estamos ante un enemigo “invisible” (tal como lo denomina el Dr. Massimo Gandolfini). Todos somos testigos de sus efectos letales y no podemos controlarlo. Los científicos siguen trabajando para su destrucción, para encontrar una vacuna, pero de momento no encuentran terapias específicas que puedan matarlo, es un virus “nuevo” y esto significa que incluso la única arma efectiva disponible para nosotros, la vacuna, no nos llega debido a su terrible velocidad de propagación y contagio.
Viviendo años de logros científicos y tecnológicos emocionantes, con perspectivas de desarrollo aún más emocionantes, corremos el riesgo de creer y sentirnos “omnipotentes”. Más de un sociólogo, durante algún tiempo, describe nuestro tiempo marcado por un “engaño de omnipotencia” que, como un tsunami, está eliminando valores, principios, costumbres, tradiciones y conciencia de los “límites” sobre los que se ha construido el conjunto de la humanidad.
El aborto, la eutanasia, el suicidio, la libertad de autodeterminación absoluta, hasta reclamar elegir el “género” de uno y alcanzar el misterio de la procreación con la alquimia de los brujos, ciertamente no van en la dirección de aquellos que están llamados a servir a la vida y no a “usarla” para satisfacer sus deseos sin “límites”.
La lección que hoy nos da la vida es muy importante y no debemos pasarla por alto. Lo más importante es la salud, la defensa y protección de la vida humana nos concierne a todos. Lo vemos en los llamamientos a la población para quedarnos en nuestras casas, y también en el titánico esfuerzo de todo el personal sanitario para atender y curar por encima de cualquier otra consideración: edad, situación personal, sexo, etc.
Esta lección que nos da la vida, nos proporciona también la oportunidad de reconectar con nuestras familias y nuestros mayores. Mayores que lamentablemente muchos olvidan y a los que las leyes de eutanasia propuestas recientemente en muchos países, hoy azotados por esta pandemia, se encontraban también en el ojo del huracán.
Confiemos, tengamos Fe y Esperanza en que esta terrible situación despierte en la humanidad un sentimiento de solidaridad y colaboración, de sacrificio por los demás y un objetivo de bienestar común.
Recordamos hoy la importancia de las cosas más simples y que tanta gente ha olvidado por verse envuelta en una rutina de consumismo, egoismo, realidad virtual sed de poder y protagonismo.