La pandemia mundial de coronavirus no es sólo una crisis sanitaria: también está revelando en Europa una crisis de la sociedad y de la política. Al mismo tiempo, los acontecimientos políticos estadounidenses de principios de 2021, con el asalto al Capitolio por parte de alborotadores más o menos manipulados en la mayor democracia del mundo, demuestran que se trata de una crisis de civilización que afecta a todo Occidente.
1/ Crisis sanitaria y libertades públicas
La crisis del coronavirus marcará, en muchos sentidos, la historia del mundo. Quizás menos por el número de muertes que habrá causado la pandemia que por lo que habrá revelado sobre la falta de preparación de los gobernantes y la docilidad de los gobernados:
a/ El uso de técnicas de manipulación de la opinión: el gobierno mediante el miedo y el reinado liberticida del principio de precaución;
b/ La transformación del bien común en nombre del higienismo y la idolatría de la salud.
2/ Ley de bioética francesa: sobrepuja progresiva
El proyecto de ley de “bioética”, votado en segunda lectura por la Asamblea Nacional en la noche del 31 de julio al 1 de agosto, sigue siendo objeto de debate. Este texto es un ataque de principio a fin a la ética médica tradicional: aumento de la cosificación del embrión humano en el contexto de la investigación e incluso autorización para desarrollar embriones quiméricos; extensión del uso de la reproducción asistida a los dúos de lesbianas y a las mujeres solteras. Por el momento, la maternidad subrogada sigue estando prohibida. En cuanto a la Interrupción Médica del Embarazo (IME), ahora es posible hasta la víspera del parto, con la condición de que exista sufrimiento “psicosocial» (sic). Es la legalización del infanticidio apenas disfrazada.
3/ Endurecimiento del laicismo y lucha contra el islamismo radical
El terrorismo islámico es la vertiente radical del fortalecimiento del Islam social y político entre las poblaciones musulmanas procedentes de la inmigración. En nombre de la lucha contra estas aberraciones comunitarias, rebautizadas como “separatistas” en Francia, el gobierno francés prepara un endurecimiento del laicismo, en detrimento de las libertades sociales y religiosas fundamentales: prohibición de la educación en casa (homeschooling), escolarización obligatoria a los 3 años, sometimiento de la financiación pública de las asociaciones religiosas a la firma de una carta de laicidad.
4/ España: un frente cultural de transformación social
En España, un proyecto cultural para la transformación radical de la sociedad está formando un “Frente” en torno al gobierno. El objetivo es situar a España en la vanguardia de la sustitución del orden social europeo basado en la dignidad de la persona humana. Este desorden extremo no puede ser derrocado por una alternativa política, por falta de una base cultural capaz de cuestionar esta deriva relativista realmente totalitaria. Este vuelco cultural requiere, sin embargo, combatir los proyectos políticos más deconstructivos de la ofensiva desatada por el “Frente” formado en torno al gobierno:
- a/ Rechazar el proyecto de ley sobre la eutanasia y proponer una legislación eficaz sobre los cuidados paliativos.
- b/ Proteger la libertad de educación de las familias, garantizando el respeto absoluto de su derecho a educar a sus hijos según sus convicciones.
- c/ Eliminar la ideología de género de la legislación e impedir la explotación de las mujeres mediante la maternidad subrogada.
- d/ Reforzar la independencia del poder judicial.
- c/ Proteger la libertad de expresión derogando la Ley de Memoria Histórica.
5/ Portugal: destrucción de la historia y la lengua
Portugal está sometido a un programa político radical destinado a subvertir la herencia cultural de matriz cristiana de la sociedad, con el objetivo de imponer legislativamente un modelo social ateo o agnóstico. La vida, la familia y la libertad están en el punto de mira. Para hacer de las reivindicaciones minoritarias, como las de las asociaciones de homosexuales, transexuales y bisexuales, el centro de la vida política en lugar del bien común, se reescribe la historia, se impone un nuevo lenguaje. Dos proyectos legislativos atacan directamente la dignidad de la persona humana:
- a/ El Parlamento ha aprobado una ley que autoriza la inseminación artificial post mortem, que está a la espera de ser promulgada;
- b/ se está debatiendo una ley de eutanasia permisiva, tras la negativa a convocar un referéndum sobre el tema, en vista de la inviolabilidad constitucional de la vida humana y la oposición frontal del Colegio de Médicos.
6/ Síntesis: moralismo de Estado y ofensiva cultural
La actualidad europea está dominada por la pandemia de Covid-19 y la gestión de la crisis sanitaria. Aunque las medidas no siguen las mismas estrategias, van acompañadas en prácticamente todos los países de la misma retórica moralista. Las autoridades estatales quieren establecer un orden sanitario autoritario, decidiendo qué comportamiento ciudadano es aceptable o no. Rara vez se cuestiona el fracaso de los sistemas sanitarios, incapaces de hacer frente a una epidemia que afecta a una proporción de personas vulnerables y cuya muerte, cuando se produce, no lo hace en proporciones inusuales (en Francia, el 97% de los afectados se recuperan).
Detrás de la obsesión de los dirigentes por proteger su responsabilidad, surgen preguntas sobre la aparición de una nueva ideología “pan-médica” (A. Comte-Sponville), que ilustra nuestra relación con la vida y la muerte, atribuyendo todo el poder a la medicina, haciendo de la salud el valor supremo. «Mientras permitimos que se erosione el mandamiento más inviolable -no matarás-, escribe Pierre Manent, nos enorgullecemos de intentar validar la promesa más descabellada: no morirás». Al mismo tiempo, este moralismo de Estado tiende a imposibilitar el pensamiento crítico. Ya no se trata de hacer elecciones, sino de desencadenar reflejos (Martin Steffens). El Estado se vuelve más autoritario en la esfera privada que en la pública (Hannah Arendt).
Los acontecimientos estadounidenses sugieren que nos enfrentaremos a una ofensiva cultural mundial, con Estados Unidos como fuerza motriz, y que el propio presidente Biden acompañará si no puede controlarla. Esta ofensiva cultural tiene por objeto destruir los muros de carga de la civilización europea, en particular su visión de la dignidad de la persona humana. La respuesta a esta ofensiva exige un esfuerzo de unidad por parte de todos los movimientos en defensa de la vida. Este esfuerzo también implica reforzar nuestro compromiso de producir trabajos que puedan alimentar y construir una alternativa cultural.