UNO DE LOS ERRORES más graves que podríamos cometer al abordar la pandemia del coronavirus, consistiría en limitarnos al análisis y descripción de esta plaga, olvidándonos del pasado más o menos reciente, y simultáneamente, alejándonos del futuro, de las consecuencias sociales y de los debates que con total seguridad vamos a tener en el seno de nuestra sociedad. No solo debemos concentrarnos en el presente, sino que tenemos la obligación de profundizar “de dónde venimos”, y “a dónde nos dirigimos”.
Es una verdad incuestionable que hoy estamos tuertos, confusos, incluso en algunos aspectos ciegos, ante este reto nuevo e impredecible para nuestra generación. No tiene por qué sorprendernos, es lógico, es normal. Pero personal y colectivamente, tenemos la obligación de ofrecer una cierta luz, la que poseamos en cada momento, por tenue y limitada que sea, empezando por lo que cada uno de nosotros estamos recibiendo como lecciones de vida ante la irrupción de la pandemia. Por poco que sea, cada uno de nosotros ha aprendido e interiorizado algo de esta nueva situación, y no debemos esconderlo ni ocultarlo, ni avergonzarnos de hacerlo por nuestras propias dudas ante la dificultad de un complicado pronóstico. Por el contrario, tenemos que enunciarlo, explicarlo y comunicarlo.
La etapa previa a la pandemia
La Plataforma de pensadores europeos One of Us, las personas que formamos parte de la misma, hemos puesto de manifiesto y alertado sobre la profundidad de la crisis en la que vivíamos. En múltiples ocasiones, con acentos, palabras y expresiones diferentes, hemos diagnosticado la gravedad de la misma. El fracaso del hombre moderno, una crisis de civilización, el final de una etapa histórica tras la Segunda Guerra mundial, el desorden como principal y creciente característica de nuestra sociedad, una crisis antropológica, la prevalencia implacable de la mentira sobre la verdad, la creciente falta de referencias permanentes, un relativismo con tintes totalitarios, constituyen ejemplos y referencias de un diagnostico previo al coronavirus, que ha nacido desde esta Plataforma. El propio manifiesto de lanzamiento de la Plataforma en defensa de la dignidad humana, constituye la mejor constatación de un diagnóstico determinado por una ruptura, una suma de fracturas, de un conjunto de equilibrios indispensables en una sociedad como la nuestra, que altera la naturaleza y la dignidad de la persona. Esta falta de un “equilibro, de un orden social”, estaba transformando en su raíz la naturaleza de la declaración universal de Derechos Humanos de 1948 en un nuevo enunciado de supuestos nuevos derechos, contrarios a la dignidad humana. Asimismo, es preciso recuerda hoy que la primera iniciativa de esta plataforma significó la puesta en marcha de un Observatorio de Valores, un Observatorio de la Crisis, del desorden en el ámbito europeo a partir de un diagnóstico en cada uno de nuestros países.
No se trata de aprovechar esta circunstancia dramática para imponer nuestras convicciones más profundas. No se trata de hacer bueno el dicho español: “aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid”. No, el objetivo de la Plataforma es que al menos no nos olvidemos de “donde venimos”, como sucede hoy generalizadamente en los medios de comunicación. El virus es la manifestación extrema de un desorden, pero que había sido anunciado y denunciado previamente, como una realidad inequívoca. Si antes del virus ya era necesaria la “rectificación” de una forma de vida, después de la pandemia y de sus consecuencias sociales, mucho más. Si la prevalencia de la mentira sobre la verdad era un elemento dominante ayer, si continúa esta realidad, mañana será un suicidio. De lo que se trata es de que el exagerado dogmatismo de quienes muy seguros de si mismos estaban empeñados en ridiculizar y perseguir todas las expresiones y manifestaciones asentadas en el valor de la trascendencia y de la fe cristiana, como se pone de manifiesto en multitud de leyes, directivas, resoluciones legislativas y de gobierno, cese.
De lo que se trata es de que analizando la situación previa a la pandemia, sigamos impulsando un rearme moral, tratando de que desde la razón, convenzamos a muchos que no puede continuar el actual desprecio por nuestra dimensión religiosa, desde la constatación que la supremacía material, arrolladora sobre la espiritual no nos lleva a progreso alguno. En este contexto de arranque de la actividad de nuestra Plataforma, y con un diagnóstico ciertamente inquietante, irrumpe la pandemia de hoy.
El coronavirus hoy
La primera gran pregunta que debemos hacernos a nosotros mismos es si hasta la fecha de hoy se ha producido o no un cambio de actitud personal ante la experiencia que estamos sufriendo. La cuestión es si este virus está cambiando algo nuestra conciencia, nuestra actitud ante la vida. El interrogante que se nos abre en la fecha de hoy es si este examen de conciencia es ya una realidad en nuestra vida o si por el contrario, se impone la idea de que la pandemia tendrá un carácter circunstancial, pero que no alterará nuestra aproximación a nuestra forma de vida. En definitiva, debemos preguntarnos si nuestro objetivo principal, más que en una rectificación, se fundamenta en la manera de alcanzar el nivel y la forma de vida que nos presidía antes de la pandemia. Ello significa que nuestra principal aportación que hoy podemos llevar a la práctica desde la Plataforma y desde un ámbito personal es preguntarnos a nosotros mismos por los cambios profundos o superficiales que estamos experimentando en nuestro interior, para que a continuación expliquemos y comuniquemos al conjunto de nuestra sociedad. Este debe ser hoy nuestro principal servicio.
Cuántas veces hemos reiterado antes de la pandemia, que la crisis está en la persona, y que por ello, la solución también estará en la persona, en un cambio de actitud personal. Empecemos por nosotros mismos, por mi mismo, tratando de explicar lo que considero que estas semanas de confinamiento más me han cambiado a mi. En primer término, reconozco que se ha acentuado dentro de mi el grado y percepción de nuestras limitaciones, tanto en el ámbito personal como colectivo. Con qué facilidad un simple virus ha puesto nuestra sociedad “patas arriba”, indefensa, insegura, acobardada, llena de incertidumbres, cuando hace muy poco tiempo, parecía tan segura de sí misma, asentada y reforzada en un relativista con tintes autoritarios. Un relativismo que, al mismo tiempo, era tan implacable y despectivo con todo aquello y aquellos a los que consideraba rémoras del pasado, estorbos a los que había que destruir para no perturbar el progreso del presente y del futuro. Un virus nos ha obligado a confinarnos, a escondernos en nuestras casas, probablemente con razón.
Esta reflexión nos conduce a una segunda consideración: el temor se ha apoderado de nosotros y la muerte que sentíamos tan alejada, se ha aproximado a nuestras vidas, y creo que tenemos la sensación de que está más próxima hoy de lo que pensábamos ayer.
La tercera consideracion personal se refiere a que de un modo u otro, estoy modificando una cierta jerarquía de valores. Valoramos en casa más lo que antes no apreciábamos con la misma intensidad de hoy. Por el contrario, no nos parecen tan importantes cuestiones a las que ayer dábamos gran importancia. Hoy aprecio más que nunca el valor de la vida, la ilusión de vivir, la importancia de la familia y de los seres queridos, el ejemplo que nos está dando nuestra hija pequeña médico, alejada de nuestra casa por temor a contagiar a sus padres. Hoy aprecio y busco más que nunca el significado de una dimensión religiosa y espiritual en nuestra vida cotidiana.
En la medida en la que seamos capaces de profundizar, de dedicar un tiempo a lo que nos ha cambiado a nosotros mismos esta irrupción del coronavirus, seremos capaces de trasladar alguna convicción al resto de nuestra sociedad. Si por el contrario, en esa respuesta a nuestra pregunta solo hay un sentimiento etéreo y superficial, seremos incapaces de aportar e influir en el conjunto de nuestra sociedad.
Hay también otras consideraciones que este virus me ha suscitado, esta vez en el ámbito público. Este virus nos ha acercado a la posibilidad de autodestrucción de los seres humanos, más allá del hecho de que este virus proceda o no de un laboratorio militar chino. De lo que tenemos que estar convencidos es que en el futuro, algunas mentes perversas han podido darse cuenta ya del carácter perturbador de un fenómeno de estas características. En definitiva, esta tarea personal de carácter interior debe ser el primer gran objetivo de los integrantes de la Plataforma. Es preciso animar y fomentar el intercambio de impresiones y reflexiones de todos sus miembros sobre esta cuestión, empezando por explicitar lo que ha cambiado en nosotros mismos.
Los debates del futuro
Si la situación previa a la pandemia estaba presidida por una falta de equilibrios necesarios en nuestra sociedad, si la pandemia ha multiplicado el desorden, no es arriesgado predecir que vamos a vivir un gran debate sobre el modelo de sociedad occidental. Obviamente, la pandemia no se agota en sí misma. Si venia precedida de una gran crisis moral, si el horizonte inmediato es una crisis económica y social sin precedentes para nuestra generación, lo que es seguro es que va a poner encima de la mesa, va a impulsar un gran debate sobre el modelo de sociedad de nuestro futuro.
Como he reiterado, no estamos ante una fotografía fija, ante un único debate vinculado a la respuesta de los gobiernos a la pandemia, que al final será lo menos relevante. Tenemos que tener la capacidad de adelantarnos, de imaginar y comprender los grandes debates que se van a acelerar en nuestra sociedad en los próximos años. El coronavirus va a ser catalizador y detonante de este gran debate social respecto del significado y naturaleza hoy de una sociedad occidental y democrática, debate que por otro lado, estaba delante de nosotros desde hace ya mucho tiempo. El despertar tras esta irrupción del coronavirus va a ser amargo, traumático, dramático para mucho europeos. Es también verdad que la intensidad y el dramatismo de este debate no va a ser igual, idéntico en los países europeos. En algunas naciones como España, el debate de un modelo de sociedad va a adquirir una dimensión muy relevante y que va a polarizar peligrosamente, política y socialmente a los españoles. No me atrevo a pronosticar el grado de enconamiento y polarización en otros países europeos. Pero que no se tranquilice nadie pensando en su nación que este debate no va a ser relevante. Es seguro que lo va a ser, llegará, antes que después a todos los países europeos, aunque algunos ya están en la vanguardia del mismo. La Historia nos enseña que esos debates no se encierran y se circunscriben a un país u otro. Quiero recordar que la Plataforma es europea, y es un acierto la dimensión de la misma, aunque complique nuestra tarea por los diferentes ritmos del debate de sociedad que se van a producir en nuestro seno.
Termino con una serie de riesgos que se deducen de estas líneas :
El primer riesgo es que nada cambien en nuestras conciencias, que no hagamos ni personal ni colectivamente un inexcusable examen de conciencia, y que por ello, no se comprenda la necesidad de un proceso de rectificación. Como antes he dicho, nuestro principal fracaso es que el gran objetivo de la mayoría sea simplemente aspirar a vivir como antes. Esto es, cerrar la puerta a la regeneración, a la rectificación, al cambio y transformación, empezando por uno mismo.
Pero qué duda cabe que además de este riesgo, hay otro grandes riesgos en el ámbito social; La polarización máxima en algunos lugares en nuestra sociedad, el deseo a la vuelta de regímenes mucho más autoritarios, la pérdida del valor de la libertad, las soluciones colectivistas y al mismo tiempo, el riesgo de los egoísmos individualistas, y también el debate del significado y la razón de la Unión Europea.
Pero sí tenemos que arrancar esta reflexión subrayando que el acento de esta Plataforma en la defensa de la dignidad humana era acertada. No estábamos equivocados con el título del Manifiesto de la Plataforma. No estábamos confundidos cuando intuíamos también tanto la dimensión de la crisis y del desorden, cuando pusimos en marcha un Observatorio de Valores, un Observatorio de la Crisis. Si estábamos en la buena dirección, estamos obligados a la actualización de los contenidos de esta Plataforma, así como de las actividades a desarrollar. Esta Plataforma tiene necesariamente que estar más presente que nunca ante los diferentes debates relacionados con el modelo de sociedad que se van a abrir de modo inmediato.